lunes, 2 de abril de 2012

Intelectuales de tercer mundo

Ya desvelaba a Max Weber la relación entre el intelectual y el político.
El notable historiador y sociólogo germano hubiera podido dormir bien en la Argentina, que carece –o casi– de intelectuales. Es pródiga en cambio de lo que un cura nacionalista de mediados el siglo pasado denominaba como inteligentuales. Término hoy en día imposible en la Argentina, en que la inteligencia (y sobre todo la política) ha desaparecido.
Se caracterizan por presumirlas de superiores, producir escritos indigeribles pletóricos de citas y de aserciones políticamente correctas, hablar con tono engolado diciendo en difícil lo fácil y viceversa, recorrer cuantos programas de televisión “de opinión” hay, según la ubicua posición que sustenten en el momento y propagandearse recíprocamente para ahorrarse agencias de promoción.
Pues bien, una cáfila heteróclita de esos tales, en la que rolan emasculados, fruleros, machorras, circuncisos de cerebro, invertidos axiológicos, signati Dei y otras yerbas de tal jaez, ha coincidido ahora en embanderarse en el patrocínio de los kelpers, pobrecitos, cuyos deseos vienen a ser la clave de bóveda para la solución del problema de las Malvinas (en el que ni Argentina ni el Reino Unido tienen razón)...
Voilà la difference!: Inglaterra manda a un vejete disipado a decir (¡en Chile!) cualquier ambigüedad respecto del tema, acá todos contentos y el quídam se vuelve a las islas con las faltriqueras repletas de dólares billetes, ésos que los argentinos, incluso los “intelectuales”, no podemos comprar. Mientras nuestra vernácula troupe se empeña en proclamar a los cuatro vientos que ella procede libremente, sin pagos en libras, por vocación nomás... Lo cual por allí, además, podría llegar a ser patéticamente cierto. Durante la depuración francesa tras la II GM, los tribunales condenaban con particular severidad a quienes habían prestado sus servicios al enemigo gratuitamente.
Estas reflexiones vienen a cuento a propósito del post que publicó ayer Occam (“Exaltación de las miserias”) en su Corral de lobos. Propone allí encuadrar a esta camándula en el genérico venerable (y ya antiguo) cipayos. De cálido acuerdo, he aquí mi contribución.

2 de Abril

          No llores, Patria


Partieron vislumbrando la victoria
sobre la línea recta de sus miras
y cayeron, seguros de lograrla
cuando la suerte más les sonreía...
La nieve les cuidó las sangraduras
con un roce piadoso de caricias;
y en las álgidas horas estrelladas,
la Cruz del Sur signaba sus pupilas.
En un sueño sin fin, duerme con ellos
la carta de la novia prometida,
un clavel bermejón en la chaqueta,
un gajo de laurel en la mochila.

¡No llores, patria, con dolor de madre
por tus hijos, sepultos en las Islas!
¡Ellos sembraron con su sangre mártir
simiente de valor para que vivas!
No sufras, patria; quienes no volvieron
están de centinelas a la vista
cuidando tus derechos para siempre
en la quietud glacial de sus garitas.
¡Allá quedaron, sin relevo, solos,
esperando que vuelvas algún día
tras el turno más largo de las guardias
tras la noche más cruel de las vigilias!
           
¡Allá te esperan, dueños de la tierra,
en el menguado predio de las criptas
sepultados de pie, como peleando
la batalla final que no termina!
Esperan en el mar de las rompientes,
en al aire, que aún sus nombres grita.
¡Te esperan empotrados en la roca,
en el yermo turbal de las Malvinas,
empuñando las armas que esgrimieron
con el fervor de la razón invicta!
No llores, pues, la muerte de tus héroes.
¡No se llora la gloria bien habida!
           

                                                                 Ricardo Miró Valdés