jueves, 2 de junio de 2011

El hombre que zurró a los ingleses

El domingo 30 de mayo partió en la definitiva singladura el Contraalmirante Carlos H. Robacio, héroe de la guerra de las Malvinas.
Será por eso que, salvo el matutino de Bahía Blanca (ciudad del sur que había elegido como residencia tras su retiro de la Armada), nadie recogió la información. Tampoco los mandos militares dijeron una palabra, siquiera de compromiso. Como escribió con justicia Héctor Martinotti, “Las Naciones que olvidan a sus héroes anhelan convertirse en Factorías”.
El cual silencio sin duda ha sido el mejor homenaje que le pudieron hacer. Porque Robacio –un hombre cabal y un soldado patriota en grado superlativo– estaba dotado del sentido exacto de la propia precariedad, y por tanto se reía del oropel y de la pompa de los ditirambos oficiales. 
Un flacuchín de tez cetrina y pelo negrísimo, con aspecto de inofensivo, que sin embargo llegó a ser uno de los oficiales de la infantería de marina más completos y respetados, por corajudo, carismático y técnicamente dotado. Al extremo que, contra todos los precedentes, se le prorrogó en su momento el mando del mítico BIM 5 –basado en Río Grande, Tierra del Fuego–, al frente del cual (800 chicos de la guerra magníficamente entrenados, por él, para el combate nocturno) debió partir a las Malvinas apenas iniciado abril de 1982.
Le correspondió "bailar con la más fea": durante la embestida inglesa final, su batallón fue el encargado de defender el complejo de alturas aledañas al Puerto Argentino Two Sisters-Sapper Hill-Tumbledown, reforzado de apuro con 200 combatientes del Ejército, mayoritariamente de los RI 4 y 6. Se enfrentó con los paracaidistas, los Guardias galeses y escoceses y los temidos Gurjas nepaleses. No sólo los detuvo: les infligió el décuplo de bajas comparadas con las propias, y se retiró en perfecto orden (acatando a regañadientes la manda de rendición), combatiendo y destruyendo todo armamento útil que era menester abandonar. Prisionero, soportó con humor y espíritu de camaradería el cautiverio y regresó a la Patria por la puerta excusada, rumiando con hombría la amargura de la derrota inmerecida y la infamia de la sociedad.
Los yanquis, que lo sabían todo por haberlo visto todo, lo condecoraron con la Legión al Mérito en el grado de Comandante...
Prosiguió en silencio su carrera militar hasta alcanzar el grado máximo y del mismo modo pasó a retiro. Nunca faltaba –en su ciudad de adopción– a los humildes actos del 2 de abril y del aniversario del Almirante Brown, vestido de civil y como un asistente más.
En lo literario, no era Julio César, pero a pesar de ello –y con plena consciencia– produjo un libro de memorias de guerra, para cuya redacción se hizo asistir      –¡en grado de co-autor! – por su suboficial mayor de confianza en el batallón. Titulado Desde el Frente, forma parte de la voluminosa bibliografía sobre aquella guerra que, en nuestros días, casi nadie lee y menos aún citan en nuestro país.
Había nacido (el 8/9/1933) en una pequeña ciudad de Corrientes llamada Caá Catí [1], lo cual lo hizo desde pequeño nadador como un capibara[2] y pendenciero como el que más. Casualidad o no, fue esta provincia –verdadero fenómeno sociológico que constituye el mejor contrafuerte de nuestro Estado nación–  la que más hijos muertos aportó a la gesta malvinera. Asunto sobre el que todavía resta escribir, y mucho.
Contraalmirante IM (RE) Carlos Hugo Robacio: ¡Buen viaje!

8 junio 2011: Publicada la precedente entrada, trascendió que el Ministerio de Defensa sancionó al jefe del Regimiento 25 de Infantería Mecanizada, Teniente Coronel Víctor Manuel Paz, con  treinta días de arresto riguroso por haberse excedido en el homenaje al héroe muerto "afectando la confiabilidad y equilibrio emocional (dominio de si mismo) necesario para el ejercicio del cargo asignado" (sic).
Este personaje, reiteradamente sodomizado por "El" Ausente (de cuerpo presente, al parecer, en una bóveda en el cementerio de Río Gallegos, presta a ser ascendida a mausoleo), a la postre premiado, por su mansedumbre en tal menester, con un puesto en el Correo primero y ahora en el Ministerio de la Defensa (re-sic), se refocila sancionando a un oficial consecuente, lineal, simple, que creyó que el homenaje a los héroes era un valor, más aún para un militar en ejercicio del comando de tropa destinada a la defensa de la Patria.
Sirva este precedente para los milicos caguinches, que suponen que se puede convivir con esta cagarruta y que, por hacerse los desentendidos, no los van a mirar. Esto, como en Salamina, es a todo o nada. De paso: al almirante Robacio no pueden haberle hecho mejor homenaje.



[1]  “Yerbal maloliente” en guaraní, aunque los lugareños prefieren trocar el adjetivo con “de olor fuerte”.
[2]  Castellanización del guaraní capi-ivá: carpincho.


1 comentario:

  1. Adhiero plenamente a su hermoso réquiem, y también a las próximas páginas que insinúa (las páginas correntinas), que es una percepción coincidente con la mía propia. En fin, no podemos esperar en esta factoría, que al Contraalmirante Robacio le recuerde alguna avenida, alguna ruta (que por lo visto ahora se bautizan), siquiera una cortada marginal y de tierra junto a una vía muerta.

    Un abrazo.

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